¿Cómo se tiende este puente? Es preciso introducir aquí dos conceptos clave en la utilización didáctica de los medios audiovisuales: la comunicación y la gimnasia cerebral.
Una educación en estéreo utilizará la comunicación, el diálogo y la confrontación para facilitar el pase de las emociones al hemisferio de la reflexión y la racionalidad. De mono al estéreo. Del hombre fragmentado al hombre integral.
P. Babin cuenta la siguiente historia:
“En el principio estaban Gutenberg y los mass media. Luego se levantaron los hombres. Les dolía la cabeza, pero sus ojos brillaban de envidia. Entonces nacieron los group media.” Y continua, “tenían dolor de cabeza por exceso de intelectualismo –la civilización de lo escrito– y por despersonalización –la civilización de los mass media. Envidiosos por el deseo imposible de utilizar el nuevo lenguaje de los medios de comunicación.”[7]

Lo audiovisual nace con vocación de servir a una educación en estéreo. Asume lo mejor de los medios de masas –una forma específica de expresión que conecta con la sensibilidad del hombre de hoy– y de la cultura del libro –el carácter personalizador, conseguido ahora mediante la comunicación. Y hace frente a los excesos de cada uno de ellos.
Este planteamiento pedagógico asume al alumno en su especificidad y en su integridad, asume también las posibilidades expresivas de los medios audiovisuales y facilita la unificación del entorno cultural. En definitiva, así concebido, el producto didáctico audiovisual facilita la coherencia entre la sensibilidad del alumno, la especificidad del medio y la evolución del sistema social.

La educación en estéreo convierte a la escuela no en un centro de enseñanza, sino de aprendizaje. Un centro preocupado no por la simple transmisión de conocimientos, sino por el enriquecimiento en experiencias de todo tipo: conocimientos, sensaciones, emociones, actitudes, intuiciones... Es la oportunidad de que el alumno elabore un proyecto propio de personalidad mediante la integración de todas sus facultades físicas y psíquicas y mediante la interrelación constante con el grupo, con la clase, con la escuela, con la sociedad en general.
El empleo irracional de la televisión, nos lleva a pensar que, si bien incrementa la presión de la información y reduce las posibilidades de intercambio de los espectadores, al usarla masivamente, favorece así la manipulación de las conciencias.
El hecho de que ahora los softwares[8] computacionales de video hayan hecho técnicamente posible la edición, producción y difusión de programas domésticos, nos pone en una situación única. Es como si hubiéramos aprendido de golpe a “leer” y a “escribir” imágenes y sonidos y nos pusiéramos a crear nuestros propios mensajes audiovisuales para decir aquello que más nos interesa.
Sin embargo, Aparici y García-Matilla, advierten:
“Si consideramos como analfabeto funcional a aquel individuo que por diferentes causas descodifica unos signos sin poder reflexionar sobre ellos, sin poder entender la relación entre su significado y su significante, sería oportuno investigar de qué manera se da esa situación ante un producto audiovisual”.[9]

Hasta ahora casi analfabetos audiovisuales, las modernas tecnologías digitales personales nos ponen ante esta disyuntiva, y, por lo general, reproducimos lo mismo que hemos visto y escuchado en otros medios antecesores sin tener la competencia de un lenguaje audiovisual.
Al estudiarlo podemos observar que el lenguaje audiovisual es un lenguaje vivo que se amplía y enriquece día a día con nuevas aportaciones. La única condición es la adecuación al significado informativo y expresivo de la situación representada, significado que naturalmente ha de ser decodificado por el espectador. Se sobreentiende que el resultado obtenido por las cámaras y micrófonos no es, en absoluto, una copia fiel de la realidad y que se requiere la interpretación de sus convenciones para decodificar dicho mensaje. Las convenciones del relato audiovisual se basan en la analogía, la homología y la connaturalidad, es decir, la similitud, correlación y la semejanza con lo representado. Son estas características que nos hacen comprender el relato como si formásemos parte del mismo.
La connaturalidad, que facilita la interpretación inmediata sin convención explícita, se apoya en la utilización de recursos que el público conoce en otros contextos. De este modo, el espectador integra inmediatamente dichos elementos del lenguaje que interpreta y experimenta como naturales. Pero no todos los sonidos e imágenes tienen tal virtud, cuando esto sucede, el espectador percibe y es conciente de la mediación técnica y humana, y deja de apropiarse del relato porque la composición audiovisual dejó de tener significado, no siguió las reglas del lenguaje, ni tampoco tiene ningún sentido, o sea, rompió su continuidad.
Es importante aquí hacer una breve referencia al sonido, tema que retomaremos posteriormente dedicando un espacio para ello, siendo conscientes de su importancia, pues, por ejemplo, la palabra hablada cubre campos de informaciones que no aparecen en la imagen visual. A nuestro alrededor casi siempre tenemos algún tipo de ruido; por esta razón, existe una relación permanente entre la palabra y la imagen. El receptor no separa las sensaciones auditivas y las visuales, sino que las unifica; de ahí la eficacia comunicativa del documento audiovisual.
En este sentido, Aparici y García Matilla afirman que:
“El sonido es una imagen, una imagen auditiva que curiosamente, dispara más la imaginación que las imágenes visuales.”[10]

Las imágenes son portadoras de mensajes, pero para que se lleve a cabo esta transmisión han de darse dos factores:

1) que tengan contenido y fuerza suficiente para que el mensaje pueda ser percibido, y
2) que el receptor esté capacitado para interpretarlo.

Es decir, es preciso que haya un conocimiento del lenguaje audiovisual, una cultura audiovisual, por parte de quien lo percibe para que pueda leer en ella.
Para llegar a la comprensión de los mensajes audiovisuales, es necesario que se haya dado un aprendizaje en el sentido de técnicas para interpretar, leer y decodificar lo que se está viendo y escuchando, o sea, conocer el lenguaje audiovisual en su expresión más amplia. Estas técnicas podrían denominarse técnicas de producción audiovisual.
Por todo ello, hay que separar una doble actitud en cuanto a observar las imágenes, con una actitud crítica y creativa frente a aquellas, o ver y escuchar las imágenes, que implica una postura simplemente receptiva o pasiva.

Visto esto, podemos decir sin riesgo a equivocarnos que las imágenes audiovisuales son como un texto cultural. No obstante, una imagen de por sí no significaría nada si no es cuando y después de que el receptor se pregunta a sí mismo su significado.
[7 Babin, P. y McLuhan M. (1980:125).
[8] Software.- voz angloamericana usada en la informática para nombrar al conjunto de programas y rutinas que permite a la computadora la realización de ciertas tareas.
[9] Aparici y García-Matilla (1978:10) La imagen, Vol. I. UNED, Madrid.
[10] Aparici, Roberto y García Matilla. (1978:81) La imagen, Vol. I. UNED, Madrid.